POEMAS ESCOGIDOS

ÍNDICE 

ÍNTIMO

Regreso

Mi pequeña Circe

Recuerdo para después

Mi silencio

Luz de enero

Preguntas

Propósito

Julián

Facundo

 

VITAL

Absurdo

Yo pecador

Vital

Hombre siglo XX

Enero del

 

AMOROSO

Partida

Sueño

Lamento por vos

Resurrección

Poema para una noche de lluvia

Vorágine

 

ARGENTINO

Catamarca

Viento sur de tormenta

Anochecer en el valle de Calamuchita

Ocaso en Icho Cruz

Patagonia en la frontera

Misiones

 

LATINOMERICANO

Latinoamérica ¡siempre!

Oro y piedra

Salitrales

Melancólico

El mar y el son

Los amos del tiempo

 

CANCIONES NATIVAS

Coyita puneño

Cordobesa

Nostalgias de tiempos idos

Nostalgias del litoral

Guitarra

Labrador

 


REGRESO

Cuando el último ancestro de la noche

venga a buscarme, no blasfemaré.

No partirá de mi alma el reclamo vital del grito,

ni clamará mi sangre por el postrer minuto,

ni me dolerá la luz, ni el verde.

Me iré manso,

como el tenue polvo que hace flotar la brisa,

como el polvo cósmico que soy.

Que somos…

Pero renaceré,

y volveré a ser luz, y verde,

y mi sangre volverá a ser sangre

en el palpitar de mis hermanos,

los hombres.

1971

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MI PEQUEÑA CIRCE

( A mi hija Sonia )

Tallo prolongado de mi ausencia,

raíz y flor, dulce racimo

madurado en los soles desvelados

de un ardiente verano.

Cuando el llanto asomó vino la aurora

a poblarle de asombro las pupilas

y a colgarle un reflejo amanecido

en su pelo de seda.

La fresca cascada de su risa

destroza mi cansancio, me redime.

Mágica vertiente de mi entraña,

pequeña luz ¡mi Circe!

1972

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RECUERDO PARA DESPUÉS

(A mi esposa)

En la primavera,

cuando el capullo de la rosa

estalle en pétalos de sangre,

y la naturaleza reviente

los verdes germinales,

y los nidos píen

el reclamo vital de la semilla…

te acordarás de mí.

En el verano,

cuando la espuma caracoleante

muera rendida a tus pies,

y un sol amarillo incandescente

muerda tu piel morena

reverberando tu cuerpo

con el fuego de mil soles…

te acordarás de mí.

En el otoño,

cuando las hojas describan

su parábola de muerte,

y el viento aúlle su hambre

y su sed de lejanías,

y un cielo de plomo y llanto

naufrague sobre la tierra…

te acordarás de mí.

En el invierno,

cuando el penacho nevado de un pájaro

congele un rayo de sol,

y el bastón gris ceniza del frío

cristalice la escarcha

-helado zapato para el pie desnudo

de un niño pobre-…

te acordarás de mí.

En el final del tiempo,

cuando pronuncies mi nombre

y te responda el silencio,

cuando sólo sea un eco

presentido en la distancia

y mi presencia una ausencia

definitivamente cierta…

¡te acordarás de mí!

1973

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MI SILENCIO

Mi vida entera está aquí

-continente y contenido-,

en este trozo de mundo encarcelado

por la argamasa y el ladrillo.

Pero mis libros, el lápiz,

y un papel que me subyuga,

eternizan mi carne en cada letra

que cancela una angustia

o una espera.

Prisionero del tiempo y del espacio

tan sólo me liberan

el vuelo juguetón de un pensamiento

o el latir de un poema.

1973

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LUZ DE ENERO

 (Para mi hija, en su octavo cumpleaños)

Mi razón de ser, mi todo.

Sangre trasplantada de mi sangre,

bronceado mimbre sudamericano.

Mi cenit vacila, imperceptible,

hacia las quietas mansedumbres

de un ocaso aún no vislumbrado

desplazado por el fulgor de tu aurora

y el cristal restallante de tu risa.

Punta de lanza, ariete de mi sombra,

luz que prolonga el estío

de primaveras ausentes

cálido manto de besos

para un otoño que crece.

Duende-niño de mi alma,

torcaza azul, nube pequeña,

leve brisa que exalta el pensamiento

o ventarrón que escampa la tristeza.

Acrisolada flor morena

fraguada en el yunque de un raza nueva

por el alpino ancestro amamantado

con la blancura de la nieve eterna.

El “ma-ma” y el arrullo,

la burbuja y el canto,

son ya camino de pájaro,

                                      flor

                                            o grito.

1974

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PREGUNTAS

¿Dónde irá el colibrí cuando el ocaso

ya no dore  mis ojos con su fuego?

¿Dónde la calandria

que espulga confiada su pereza

sobre el añoso molle?

¿Qué será de estos perros solitarios

-anónimos compinches de aventuras-

que vienen a ofrecerme sus miradas

preñadas de ternura

a cambio del agua bienhechora

en el reverbero ardido de las siestas?

¿Qué será del verdor de la acacia

y el murmullo acariciante del álamo

cuando ya mi cansada carnadura

se canse de vagar y yazga?

¿Moldearán aún los cerros milenarios

sus jorobas de cíclopes

sobre el azul translúcido

y llorará el crespín al mediodía

su lamento de amor entre los churquis?

¿Todo seguirá igual, la noche, las auroras,

el ladrido de los perros, el silencio,

la quietud de la tarde, la nostalgia,

que provoca el ulular del viento?

¿Qué será de las cosas y las almas

cuando yo ya no esté para nombrarlas?

 1994

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PROPÓSITO

Oír el silencio pleno de la tarde

quebrado sólo a trechos

por el lejano grito de los teros

y el tierno silbo del chingolo.

Apagar el incendio del ocaso

con el verde profundo de los campos.

Restaurar la memoria

de un letánico mugido

golpeando el horizonte.

Ganarle la partida al tiempo.

Recuperar la simiente.

2001

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JULIÁN

  (Mi primer nieto, 1997)

 

Mezcla de algarrobo y ceibo,

duro como el oscuro tronco,

bello como la roja flor.

Ambiguo Géminis

dual como la tuna:

por fuera, agreste y erizado,

por dentro, dulce como la miel.

Refulgente sol

irguiéndose en la aurora

para iluminar,

soberbio y majestuoso,

nuestras declinantes sombras.

La cegadora luz

de su risa cristalina

destroza, avasallante,

la gris monotonía

del incipiente invierno.

Su estela, recién inaugurada,

ya rutila en el tiempo.

Pero ahora -¡todavía…!-

es apenas un tallo

que emerge vacilante,

un tierno y adorado

capullo de amor.

2004

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FACUNDO

 (Mi segundo nieto, 2005)

 

Y cuando ya el ocaso

amarilleaba, lento,

el gris de nuestras vidas,

un sol refulgió,

esplendoroso,

inundando de luz

las quietas mansedumbres.

Un rubio capullo

de iris celestiales

asomó su rubor

la víspera de Nochebuena.

Su carita asombrada

se pobló de inquietudes

y aprendió enseguida

a distinguir los verdes,

el color de la flor,

el manso vuelo del pájaro

y la ternura pintada

en mi desgastado rostro.

Su alegre balbuceo

se transformó en el eco

de pretéritas risas

que poblaran mi verano

prolongando en el tiempo

mi germinada semilla.

Destellante luz,

aurora que rompe

las oscurecidas sombras.

Su pequeñita vida recomienza

el raudo vuelo

de otro ciclo interminable.

2006

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ABSURDO

Grita el límpido cielo su mensaje de paz.

Acaricia la brisa con sus inmateriales labios.

El aroma silvestre de las hierbas y las flores

penetra hasta la sangre misma, purificándola.

Y sin embargo,

por el espacio cruuzan

horrorosos pájaros de acero,

-ave fénix del progreso-

y las esquirlas mutilan sin piedad

los labios de la brisa,

y el único aroma que se percibe

es el de pólvora y sangre.

Es la guerra.

1962

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 YO  PECADOR

 De tanto pretender auroras

se me está volviendo oscuro el mediodía.

Y presiento que por mis entrañas

aletea un pájaro frío y malherido

que ya no se soprende

de amortajar conciencias

ni alimentar olvidos

sobre el sangiento reverbero

de la fértil savia derramada.

Y presiento también que por mis ojos

ronda un incrédulo duende milenario

pintándole indulgencias al asombro

y monotonías al misterio,

cubriendo con definitivas sombras

la resucitada luz de los ocasos.

Siento como si la muerte,

el hambre y la locura,

no fuesen ya aguijones de esperanza

clavados en mi carne,

sino mustios gritos otoñales

durmiéndose en mis venas

junto al bostezo gris e indiferente

de la conformidad y el orden.

Y aunque me agoto en la búsqueda

de los gestores de la noche,

no los hallo;

se me esfuman sus rostros inasibles

tras un escaparate de impiedades,

de vértigo y miseria,

de sangre y llamaradas.

Y aunque los gritos o los llantos

intenten capturarles la simiente,

se me evaden los culpables.

Porque al final comprendo

que quizás la culpa

sólo sea un espejo.

1976 

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 VITAL

 

“Hoy me gusta la vida

mucho menos,

pero siempre me gusta

vivir, ya lo decía…”

César Vallejo

Cómo cantarte, Vida,

si cada día la muerte

me colma de asombro las pupilas.

Si en cada esperanza se aposentan,

lúgubres y crueles,

las oscuras garras del miedo,

y en cada noche hay luceros

de lágrimas temblorosas

refulgiendo en las insomnes

miradas del planeta.

Si en las sombras se desplaza,

artero y sigiloso,

el negro jinete de la angustia,

y un acre olor de entraña escarnecida

revierte con su efluvio omnipresente

de llanto y ausencias

la tibia mansedumbre del silencio.

Si truena el cañón

y el hambre agobia,

y una pesadilla de neutrones

deambula por los sueños

de los hombres.

Pero si las estrellas continúan

enviándonos sus guiños siderales,

y la luna reitera

sus milenarias rondas,

y el sol se empeña

en rescatar presencias con su fuego,

si de la tierra brotan

el vino y los viñedos

y los pétalos fecundan

la brisa con su polen,

si las aves arrullan

al sol con sus gorjeos

y los grillos se burlan de la luna,

si hay sonrisas y cantos

y besos, y esperanzas,

y en los ojos de un niño

se refunden las almas,

si emerge un horizonte

de hambres mitigadas,

de cañones silenciados,

de pesadillas quebradas…

¡cómo no ofrendarte, Vida,

unas palabras!

1977

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HOMBRE SIGLO XX

Lobo errante que vaga

sobre cornisas de espanto.

Eso es el hombre, hoy.

Ayer fue llamarada, faro,

aurora boreal en las tinieblas,

y mañana, talvez, será energía,

rayo de luz bordeando el infinito.

(O quizás no, quizá sólo sea

cósmica ceniza, definitiva ausencia.)

Pero hoy…

Hoy es sólo un manojo

retorcido de angustias,

un lobo solitario y hambriento,

acorralado,

oteando sin esperanzas

el inasible punto del círculo

que logre devolverlo al fin

a su guarida, a la verde pradera,

al plácido transcurrir de los días.

A su origen.

1987

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ENERO DEL 91

La lluvia caía lentamente

y a pesar del verano, estaba fresco.

El café bien cargado

fluía por mi garganta

mientras Silvia -o Mercedes, o Susana-

reflejaba mi placer en sus pupilas mansas.

Hablábamos del mar, de Borges,

de informática. (No de amor,

porque el amor  recela del discurso

y se alimenta de silencios.)

La gente caminaba presurosa

bajo sus paraguas negros o floreados,

atentos, serios, concentrados,

en una palabra: vivos.

Era agradable estar en el café

que olía a paz, a bienestar, a vida.

La brisa atravesaba las ventanas

y el clima era otro amigo,

aquí, esta mañana.

Sin embargo

a pesar de Mariel -o Claudia, o Alejandra-

de sus ojos lejanos y el café cargado

algo oscuro rondaba mi memoria

y en mi mente  explotaban las granadas,

las ráfagas de napalm, las bombas blancas

y en mis ojos ardían hogueras de petróleo

y se quemaban mis plantas en las arenas ardientes

y mis oídos estallaban al son del trueno alado

que crecía, implacable, en la noche de Oriente.

A pesar de la brisa, la llovizna y la música

y el pimpollo de rosa

que un querubín oscuro dejara en nuestra mesa,

me sofocaba el calor de la máscara antigases

y me erizaban la piel silbidos de misiles

y me moría un poco, lentamente,

con cada estertor en el desierto.

Claro que también pensaba

en el absurdo sinsentido

de mis pequeñas muertes solidarias.

Porque ahora somos posmodernos

y perimieron las ideologías

y las computadoras piensan por nosotros

y todo es cuestión, precisamente,

de continuar y no morirse.

Pero a pesar de todo,

a pesar del fresco, el café, los ojos mansos,

y la indiferencia posmoderna,

algo caliente, vital y doloroso,

me hurgaba por momentos las entrañas

gritándome que no, que aún no murieron

ls ganas de soñar, de urdir quimeras,

de luchar por la paz, por los ideales,

recordándome que aún somos

-que debiéramos ser-

mejores que las máquinas

y que vale más vivir con utopías

que programarse minuciosamente

con la sabia exactitud del láser

para reventar después, en un instante,

en mil geométricos pedazos

que volarán con gracia computada

formando una ecuación perfecta

antes de podrirse humildemente al sol

sobre la arena del desierto.

1991, durante la guerra del Golfo

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PARTIDA

A la copa del otoño

la apuré de un solo trago

y me fui rumbo al invierno

por no quedarme a tu lado

secando la savia fresca

de tu estío enamorado

que me hablaba de aleteos,

de rumores, de milagros.

Me marché rumbo al invierno,

rumbo a la noche, ¡un verano!

1972

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SUEÑO

Quisiera estar a tu lado

descerrojando cadenas,

emancipando locuras

en un tiempo sin fronteras

en que voláramos juntos

por nostálgicas praderas

y por bosques encantados

-cazadores de quimeras-.

Pero la cadena existe

y es cruel, ¡muy cruel!, la frontera:

mi tiempo ya no es tu tiempo

y el vuelo…sólo quimera.

1972

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AMENTO POR VOS

Afuera

la luna está puliendo guijarros en la loma

mientras un coro de grillos,

noche y silencio,

clava su astilla de ausencia

sobre mi pobre deseo desvelado.

Adentro

tu inalcanzable presencia

de niña madurada,

de ángel intelectualizado,

de mujer Mujer,

espolea mi alma y encabrita mi sangre

con la absurda promesa

de un ser-no ser.

Tu mirada de incendios reprimidos,

tu boca de besos clausurados,

tu cuello de viaje inacabado,

son la bandera enhiesta de mis sueños.

Corazón de jazmines, risa de arroyuelos,

cimbreante y frágil mimbre vacilante,

mariposa herida entre la fronda

de un sí-no, de vuelo incomenzado.

Quieta marea en cuya sima bulle

la tempestad, el cielo y el olvido.

Aunque tu anhelo es mi anhelo

y tu sed, mi fuego,

la distancia y los hombres

están gritando “¡no!”.

Y afuera

el viento trae a mi sombra

orgiásticos cantos de doncellas y faunos,

y los lapachos gritan sus azules florales,

y la brisa enanca misterios de cardones,

y un cogollo hermano llora dulcemente

el reclamo de su pena enamorada.

1975

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RESURRECCIÓN

        

Amanecí en tu sonrisa

-dulce aleteo de pájaro-.

Desperté con el reflejo

azorado de tus ojos

taladrándome las entrañas.

Reverdeció por dentro

la pobre flor que agonizaba

de tanto esperar en vano

la aurora de tu presencia.

Y volví a vivir.

Volví a sentir el cálido misterio

de la savia geminal que se agiganta

-inquieta y anhelante-

buscando atrapar tu aliento,

tu sangre, tu mirada.

Y los habitantes del ensueño

me poblaron de nuevo.

Y huestes almibaradas

cabalgaron por mi mente,

y rondas de mariposas

cantaron sus alabanzas,

y estallidos de colores

se aposentaron en mi alma.

Pero los días se quiebran

y las noches se mueren.

Sólo hay ráfagas de tiempo

aproximando tu asuencia

y un cono de luz que rompe

-¡resurrección de la carne!-

el vientre gris de los días

y el transcurrir de mi sombra.

 1975

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POEMA PARA UNA NOCHE DE LLUVIA

Aún te recuerdo.

En esta noche de lluvia

cuando tu frágil figura es apenas

una pálida nostalgia,

aún me duele tu ausencia.

Aún me lastima el recuerdo

de aquello que los dos sabíamos

y queríamos.

Los ángeles blancos

repiquetean tu nombre

y la diáfana imagen de tu rostro

me acerca a los días jubilosos

y hay puñales de pétalos no deshojados

perfumándome el insomnio.

Recuerdo tu mirada

de relámpago y asombro

y el fuego estremecido de tus manos

presagiando el incendio,

y tu palabra clara y restallante

enmudeciendo en la brasa de mis ojos,

y ese aletear de cálidas promesas

vibrando en cada reencuentro.

Las perlas grises de la noche

siguen cantándole al silencio.

Y hay una ronda de duendes memoriosos

acercándome tu pelo

y ésa, tu piel madura de verano,

clausurándome el sueño.

Yo sé que el tiempo

te esfumará después, con los ocasos,

cuando venga mi otoño

a desgajar anhelos ya marchitos.

Pero siempre existirá el regreso

de tu sombra bienhechora

gritándome que alguna vez

estuve vivo,

que supe amar, que fui amado,

aunque las últimas palabras

-las definitivas-

permanecieran por siempre

impronumciadas.

Y que tu piel y mi piel

debieron ser sólo una misma cosa

aunque el destino dispusiera

que no fueran

sino dos palomas arrullantes

rozándose apenas con sus alas

de sus reprimidas ansias

en el cruce imposible de dos vientos

y dos distancias.

¡Lástima de amor, tu amor y el mío!

Quizás aún…tal vez un día…

1975

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VORÁGINE

 

Ígneo río encabritado.

Estatua de altivo bronce

cincelada por el cauce

de mi amor y mi deseo.

Sueño de paloma y viento,

tormenta de brasa y fuego.

En tu entraña amanecida

refulgen soles de enero,

y hay lunas resucitadas

gimiendo en las tempestades

de tus rosas encarnadas

y mis abismos erectos.

Mi sangre muerta en tus ojos

de nocturnales aceros

es ave fénix desnuda

resurgiendo entre tu pelo.

Y aún gimen niños hambrientos

detrás de tus labios quietos.

Un torrente de silencio

desborda místicos rezos

sobre tu vientre de espuma

cristalizado de anhelos

y una mágica ternura

repiqueteada de sueños

cuaja cimas de misterio

en los vórtices del tiempo.

1976

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CATAMARCA

Venía de ronda la luna de enero

besando tomillos, mentas y romeros.

La brisa cargada de duendes nocheros

jugaba en las copas de los durazneros.

El perfume suave de los azahares

y el agreste aroma de la flor del monte

mezclados al acre de los olivares

limaban la espina de un cardón gigante.

Y el fruto maduro de la fértil viña

pendía en sabroso racimo oferente

cual boca encendida de una virgen niña

brindándose al tierno calor del amante.

1971

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VIENTO SUR DE TORMENTA

Galopa, viento, galopa,

por los cerros de la Macha

con una nube en el anca

y el agua bajo tus patas.

Galopa, viento, galopa,

por roquedales y espinas

en busca de las gargantas

sedientas de las Salinas.

Galopa, viento, galopa,

con tu arreo de esperanzas:

nubes negras y plomizas,

nubes rojas, nubes blancas…

Galopa, viento, galopa,

por barrancas y laderas,

que el arado está esperando

desgarrar las sementeras.

Galopa, viento, galopa,

que tu alforja va cargada

con gotas que se revientan

por la simiente del agua.

Galopa, viento, galopa,

que reflejada en las matas

la luna quiere domarte

con sus espuelas de plata.

Galopa, viento, galopa,

por la sierras de la Macha…

1972

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ANOCHECER EN EL VALLE DE CALAMUCHITA

 

Negros cuchillos de sombras

tiemblan ya en los roquedales.

La brisa teje una alfombra

de verde gramilla blanda

y un gris de plomo naufraga

sobre las cumbres calladas.

La noche tiende su manto

sobre el valle adormilado.

Allá arriba clava el tiempo

cruces de rayos dorados

y abajo las piedras juegan

con la agüitas del vado.

Agreste pirca de nubes

va amojonando la tarde.

Un murmullo de palomas

baja por el río quieto

desgranando en la ladera

las astillas del silencio.

Gigante esfera de bronce

la luna asoma su frente.

El cielo prende faroles

titilantes de misterio

y por la senda del sueño

escapa el soplo de un beso.

Acuna Calamuchita

el sueño de sus poblados.

El valle se va durmiendo

con una estrella en la frente

con la montaña en los brazos

y Santa Rosa en el vientre.

1974

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OCASO EN ICHO CRUZ

¡Qué elegíaco el mugido

y qué virginal el canto!

La noche despeña sombras

sobre la quietud del río

y un murmullo milenario

fecunda arenas de estío.

Se va ennegreciendo el verde

de algún pino solitario

y otros verdes se refunden

con el plomo del ocaso.

Hay una brisa madura

preñando el aire de enero

que aún abrasa con los fuegos

de un sol ya apagado y yerto.

Va alargándose el mugido

y desvaneciéndose el canto.

Rientes ojos luminosos

titilan por los senderos

trazando estelitas de oro

sobre el lomo de los cerros.

Los cogollos y los grillos

murmurann su inútil rezo

para el insomnio del río

que no sabe de silencios.

Y así se duerme Icho Cruz

sobre el pétreo lecho abierto

por el tenso San Antonio,

caminador de pie eterno.

1976

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PATAGONIA EN LA FRONTERA

(El otro sur)

Viento de los ventisqueros,

blanca luna de los lagos,

nevisca de las montañas,

arrayanes de milagro,

murmullo de la cascada,

gélido aliento del agua,

rocío de manantiales

besando vírgenes albas.

Nubosa cúpula blanca

sobre los cerros dormidos,

duro y místico silencio

sobre la quietud del río,

níveo penacho en los pinos,

pedregosas catedrales,

sombra de los araucanos

furtiva en los roquedales.

Muerte blanca de las cimas

o muerte gris de las balas:

arriero de la frontera

¡qué soledad en el alma!

1976

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MISIONES

Verdes sombras de Iguazú,

milenarias y oscuras,

hijas del igapó y la araucaria,

la caoba y el palisandro,

o traslúcidas penumbras,

frágiles crepúsculos

del ceibo y la palmera

abrasadas por el fuego

de la tierra colorada.

Sombra y verde, sol y rojo.

Torrente de espuma y musgo

despeñando paraísos

de algodón y  madreperla.

Edénicas mansedumbres

verdeazulando las piedras

del arroyuelo de Wanda.

Efluvios sementales

pincelando en el aire

arco iris de flores,

pájaros y mariposas.

Antiguos ecos

de alaridos y retumbos

poblando el silencio

de la gruta india.

Y el ocaso en San Ignacio.

El oro entre las piedras,

el bronce final de la tarde

recobrando fantasmas

detrás de los naranjales.

Y en el norte geográfico,

en el costado hídrico de la selva,

tenso y majestuoso

-padre carnal de la simiente-

el Paraná, purificándonos.

1980

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LATINOAMÉRICA  ¡SIEMPRE!

I

Mestizaje del mundo.

Bullente crisol de razas.

Brazo de una cruz formada

por lo divino y lo pagano.

Piel vegetal de un monstruo milenario,

silente en las entrañas del Ande,

comprimido entre las negras crestas

del Pacífico bravío

y las espumas doradas por la arena

del Atlántico manso.

Animalidad potente y salvaje

domesticada por la cruz y el dólar

o por la cesárea bota omnipotente

del tiranuelo de turno.

De Chapultepec a Machu Pichu,

del río Grande a Magallanes,

seculares habitantes de tu entraña

están gimiendo estertores de agonía

o proclamando vagidos de esperanza

revueltos en el fárrago del hambre

y el heroísmo final.

II

El visceral grito indigenista

de Moctezuma y Atahualpa

enterrado en el martirio estéril

de Tupac Amaru y Caupolicán,

el crucial destino emancipador

de San Martín y Bolívar,

la indómita bravura desbocada

de Güemes y Zapata,

la rebeldía de Sandino y Martí,

la espernanzada vigencia de Guevara.

El tam-tam violento y hechicero

del vudú y la macunba,

el suave vaivén llanero

del joropo y la zamba,

el lamento ancestral del indio

gritando en la baguala,

la torre Latinoamericana

y el barrio indio,

Brasilia y las favelas,

Buenos Aires y las villas,

Guantánamo y Fidel

III

Un horizonte de gritos

y un cielo de palomas

están presagiando el tiempo

en que el viento de las pampas

y el sol ardiente del mar

purificarán tu vientre

de extraños maleficios

conjurados por nórdicos sacerdotes

en el templo del oro.

Tu futuro será azul

como fue cobrizo y negro tu pasado

y rojo tu presente.

Y verde, fértil y carnal

tu femenino ¡siempre!

1973

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ORO Y PIEDRA

Invoco tu nombre, Manco Capac,

y el cielo truena.

La eternidad derrama

gotas de granito y basalto

sobre tu vientre fértil, Mama Ocllo.

Y otra vez se esfuman

ciclópeas figuras

tras las rocas del Cuzco.

Otra vez rondan ángeles de bronce

por las alturas grises

de Ollantaytambo,

y blancas vírgenes de piedra

danzan postreros ritos

en las faldas azules

del Machu Pichu.

Flechas y lanzas espectrales

cruzan raudas

bajo el sol seco y duro

de Sacasyhwamán.

Sombras cobrizas y ululantes

descargan su furor estéril

sobre los penachos de acero,

y desde una cumbre nevada

el ojo rojo de un cóndor

maldice, por los siglos de los siglos,

a los dioses blancos

holladores del indio.

Mientras tú, Manco Capac,

y tú, Mama Ocllo,

desandan, majestuosos,

el eterno camino

hacia el sepulcro azul y frío

del profundo Titicaca.

1983

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SALITRALES

 

Lágrimas de sal

ruedan por tus mejillas pétreas,

Bolivia.

Lágrimas de un dolor antiguo,

perdurable,

que brotan de la Puna,

de las andinas rocas milenarias,

de los salares,

de las pupilas límpidas y quietas

de los collas,

de los arenales del sur,

de las quejumbrosas quenas,

de la piel dura y morena

de los pies cansados,

del vientre mineral de Potosí,

de Thiawanaco…

Lágrimas que se elevan, sombrías,

hacia las cumbres altas,

hacia el padre Illimani,

para derramarse, níveas,

por el pico curvo de los cóndores

y por sus alas magras

hacia la entraña azul,

mitológica y fría,

del eterno Titicaca.

Y también hay lágrimas verdes,

vegetales,

que emergen, calientes,

de la entraña chaqueña,

de los húmedos yungas,

de los ríos tensos,

del Madre de Dios

y del Madeira,

hacia el trópico ardiente,

hacia la selva,

hacia el pulmón vital

de Sudamérica.

Hay lágrimas de sal,

de savia y de rocío.

Pero siempre son lágrimas,

Bolivia.

1983

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MELANCÓLICO

 

Llueve en Santiago de Cuba.

En el atardecer brumoso y caliente,

llueve.

El mar plomizo agoniza

bajo los pétreos pies

de los acantilados rojos.

Un vaho verde, lujurioso,

invade el aire detenido

y preña las gotas que ruedan,

susurrantes,

sobre las duras hojas

de las palmeras.

Un relámpago estalla en la bahía

y el trueno retumba entre las hojas.

El sol se muere lentamente

del otro lado de Santiago.

1991

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EL MAR Y EL SON

Cuba es un rasguño verde

sobre el infinito verde del Caribe.

Una sensual caricia

de caobas y palmeras

en la voluptuosa piel

de la fértil tierra colorada.

Cuba es el misterioso útero

donde la ardiente cópula del sol

con la blanca arena de los cayos

engendra la magia inimitable

de un transparente mar

preñado de perlas,

caracoles y corales.

Cuba es también la fragua

donde hierven, candentes,

los muslos mulatos de sus hembras

y el viril altear de los dedos

sobre el tenso parche del bongó.

La rosa blanca, y el son,

y el gesto firme y seguro

de los comandantes.

Pero también es la sombra

oscura y vacilante del esclavo

que regresa, medrosa,

ante el imperioso grito

de la campana del batey.

Cuba es el ron de La habana

y el tabaco de Trinidad

y un tuerto fantasma de pata de palo

flotando sobre el morro de Santiago.

Cuba es canto, vibración, sonrisa.

Un estallido de colores

velado apenas por la sombra

de su oscuro pasado.

1991

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LOS AMOS DEL TIEMPO

 

Siempre estará Moctezuma

velando sobre Tenotchtitlán.

Aunque el zócalo hispano

se hunda lentamente,

las sandalias de oro del azteca

continuarán subiendo el teocalli.

Y aunque Guadalupe se hunda

en las riberas del Texcoco

el nopal seguirá encendido

en la pipa del cacique.

Aunque Cortez no vuelva

a remontar el Antigua

los voladores seguirán girando

bajo el cálido cielo de Papantla

y antiguos olmecas enigmáticos

seguirán tallando cabezas gigantescas

en la lujuriosa selva de Tabasco

Y habrá sones de tambores,

flautas y ocarinas

resonando en la noche

germinal de Palenque,

y el adivino de Uxmal

erigirá en un día

su pirámide eterna.

Aunque en las doradas

arenas del Caribe

blancas pieles pretendan

-sin lograrlo-

imitar el cobre maya

y otras pieles igualmente claras

parodien la invocación del sol

en las rocas del Pacífico,

oscuros rostros de ojos acerados

-auténticos guardianes de la raza-

continuarán por siempre vigilando

los tórridos desiertos norteños,

los achaparrados llanos yucatecas,

la palpitante selva sureña,

la transparente  meseta.

Y habrá misteriosos

cantos de quetzales,

planear de águilas,

rugidos de jaguares

y una serpiente emplumada

huyendo sigilosa

hacia el Oriente ignoto

Y habrá escuálidas

sombras de nopales

y agujas de maguey

hendiendo el aire

y bravíos rostros atisbando

furtivos invasores de tez blanca.

Y desde su sitial de honor,

omnipresente,

en la cumbre del teocalli

el azteca fumará su pipa,

vigilando.

1991

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APÉNDICE

COYITA PUNEÑO

(Canción)

 

En la boca oscura de un abismo interminable

gime el canto triste de su voz mineral

implorando al eco secular de los cerros

silencio para su soledad.

Coyita puneño, joya arcaica de los tiempos

que poblaba el Ande su raza hecha de sol.

Aún llora en la quena el resabio de esos gritos

mezcla de risas y dolor.

Estribillo

Su cruel destino lo aisló en los cerros

y hoy su canto errante sólo pide noche y paz.

Paz para dormir el sueño eterno de los siglos

y no despertar ya nunca más.

Los grillos gimen su eterna melodía,

gritan las estrellan su silencio nocturnal,

y en la melancólica quietud el indio llora

su triste destino sideral.

Coyita puneño nombrador de los desvelos

que su raza madre sufrió en el corazón.

Se hundirá una noche en el centro de la tierra

para renacer piedra y cardón.

1963

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CORDOBESA

(Zamba)

Arroyito cristalino

que bajas cantando por el pedregal,

canta tu voz argentina

cuando ruedan las pircas por el abrojal.

El viento azota los llanos,

llega la tormenta bramando y se va

dejando el agua en el surco

en donde un trigal de oro florecerá.

Estribillo

Corazón de la Argentina,

en tu grandioso crisol

funden su sangre tus hijos

mientras dora las mieses tu claro sol.

Guapos arrieros de cabras

por angosta huella desafiando van

al temido puma montaraz

que por hondas quebradas busca su pan.

Cruzando los pajonales

que el bravo pampero quisiera arrancar,

no temen tus campesinos

al frío de la noche ni a la yarará.

1964

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NOSTALGIAS DE TIEMPOS IDOS

(Zamba)

Ya nunca volveré a aquél viejo solar

rincón de mi niñez querida.

El olvido cubrió con su manto sutil

la huella azul de mi ilusión.

El tiempo en su tenaz correr tras el dolor

lastima con amargo beso.

Muy lejos se quedó, perdido en el ayer,

mi adolescente corazón.

Estribillo

Ya nunca pediré con el fervor aquél

que la bendita lluvia venga a fecundar

semillas que el amor del noble sembrador

pusiera en la tierra carnal.

Lo árboles en flor besaban al gorrión,

jilgueros, palomas del monte,

y el tibio sol de abril mojaba con su luz

la escarcha  del amanecer.

Aquél cuzquito fiel que un día volví a ver

ya viejo ¡cómo jugueteaba!,

y allá en el cielo azul la luna de cristal

nos hacía un guiño al pasar.

1965

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NOSTALGIAS DEL LITORAL

(Litoraleña)

Yo le canto al verde litoral

y a su heroica raza guaraní,

a sus noches de ensueño, a su luna bella,

que con el marco de las estrellas

alumbra a Misiones y a Taragüí.

Quiero dar al viento mi canción

para que mi voz vuelva a llegar

a las verdes cuchillas de Entre Ríos,

a sus arroyos de suave cauce

que van cruzando todo el palmar.

Estribillo

Nostalgioso estoy de poder volver

a recorrer tus ríos de ilusión:

el Uruguay, el Bermejo y el Pilcomayo

y lo más hermoso que yo recuerdo,

el Paraná de mi corazón.

Cuando en las siestas dora el sol

el rubio trigal de Santa Fe,

mi alma se emociona, vibra mi canto,

quiero de nuevo cruzar los llanos

para embarcarme en Colastiné.

Grita el Chaco vivio y vegetal

como un cruel y rudo sapukay,

el hachero en Formosa canta sus penas

y su mensaje lo va llevando

aguas abajo el río Paraguay.

1966

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GUITARRA

 (Zamba)

Como arrullo de paloma

gime en la noche callada

y el amor de alguna moza

crece bajo la enramada.

Su voz es grito de puma

cuando la pulsa el hachero,

relincho de pingo arisco

junto al canto montonero.

Estribillo

Guitarra, alma del gaucho,

fiel amiga sin reproches,

aunque te pierda en la aurora

siempre te encuentro en la noche.

Es amor en dulces zambas,

pena del indio en bagualas

y alegría cuando bailan

chacareras bajo un tala.

La guitarra tiene risas

de las cuequitas cuyanas

y profundas soledades

de las milongas pampeanas.

1967

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LABRADOR

(canción)

Arador,

al fecundar el surco fiel

la primavera volverá

y no habrá

sólo semilla sino ya

áureo trigal.

Juventud,

verano y sol, un gran amor

que te alimenta la pasión

del corazón

y te mantiene la ilusión

para seguir.

Estribillo

Señuelo de labradores,

la ilusión del amor y el trigal

sólo te lleva hacia el dolor de ver

en la tristeza del final,

la soledad.

Labrador,

miro tu piel de greda y sol,

tu juventud ya se alejó,

sólo quedó

el surco que el tiempo labró

con su pasar.

Soledad, tu ocaso gris, más que dolor,

sólo me da nostalgia al ver

que del ayer

ya no te queda aquel querer

que fue tu sol.

 1967

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CARLOS E. GILI

POEMAS  ESCOGIDOS

Ediciones “Agua de Oro”

 Córdoba-Argentina

2015

Copyright by: Carlos E. Gili

Ilustración de tapa:

Palacio Real, Thailandia

(foto del autor)

ISBN: En trámi

Queda hecho el depósito que marca  la ley 11.723

Impreso en Argentina

 

       Este libro se terminó de imprimir en setiembre del 2015, en Manuel Quintana 2257

Altos VillaCabrera, Córdoba-Argentina

Mail:carlosgili3@hotmail.com